Desde hace más de veinte años, sabemos que el VIH puede diseminarse dentro de unas células del sistema inmunitario y propagarse así por el organismo. Sin embargo, se desconocía cómo lograba exactamente el virus abrir las puertas de entrada a las células y favorecer así su dispersión. Nuestro grupo encontró esas puertas y, a partir de ahí, nos dimos cuenta de que el mecanismo de entrada era común a varios tipos de virus, no solo el VIH, sino también el ébola. Esto se debe a que la llave que abre la puerta de las células está presente tanto en estos dos tipos de virus como en algunos más.
Para identificar este mecanismo de llave y puerta, estuvimos más de una década investigando, pero gracias a este esfuerzo ahora tenemos anticuerpos monoclonales específicos que evitan la entrada de estos virus en las células del sistema inmunitario. Es como si hubiéramos puesto un chicle en la cerradura de la puerta que impide que entre la llave. En el caso del VIH, estos anticuerpos evitan la entrada a las células que dispersan el virus por el organismo, y en el caso del ébola evitan la infección de las células que pueden producir nuevos virus. Como estos anticuerpos son activos frente a diferentes virus, ahora tenemos una batería de moléculas de efecto panviral.