Un viaje introspectivo por las emociones y sentimientos de una persona mayor que sufre soledad.

Aunque a menudo no nos demos cuenta, alrededor de 3 millones de personas mayores en nuestro país sienten soledad en su día a día. Una realidad que puede pasarnos desapercibida, y que se vuelve especialmente invisible y difícil de gestionar en el entorno más íntimo: el hogar.

Con el objetivo de visibilizar y concienciar a la sociedad sobre esta problemática, en la Fundación ”la Caixa” hemos querido abrir una puerta a todos esos hogares en los que cada día tantas y tantas personas mayores tratan de “escapar” de la soledad. Una puerta que ofrezca la oportunidad real de acercarse y entender mejor sus sentimientos, emociones y pensamientos.

¿Cómo lo hemos hecho? Creando Escape Room Soledad, una experiencia inmersiva y vivencial que permita a los participantes ponerse en la piel de una persona mayor que sufre soledad. Un espacio físico donde vivir en primera persona el miedo, la frustración, la oscuridad, pero también la esperanza de saber que es posible “escapar”.

La soledad no se ve, se siente.

https://youtu.be/GRozZrG5NuQ?rel=0

Escape Room Soledad: la campaña

El proceso

“Mi mundo se hacía cada vez más pequeño”. “Sentía que vivía en una casa de caracol, sin ventanas”.

La campaña Escape Room Soledad es el fruto de un riguroso proceso de trabajo de más de 10 horas de entrevistas con los protagonistas y de varias sesiones intensivas con todos los profesionales del programa Siempre Acompañados de la Fundación ”la Caixa”, para documentar los hábitos diarios, las emociones y los pensamientos que invaden a las personas mayores cuando sufren una situación de soledad no deseada. Como resultado de este proceso, detectamos un sentimiento que se repetía: la sensación de estar atrapados en una realidad de la que no parecía existir salida. Esta fue la semilla de lo que después se convirtió en Escape Room Soledad, un escape room totalmente diferente que, lejos de ofrecer una experiencia lúdica, nos sirvió para dos objetivos: sensibilizar sobre la soledad no deseada a través de una experiencia vivencial y, a la vez, actuar de metáfora sobre el sentimiento de encierro emocional en el que parecían vivir las personas con las que hablamos.

Carmen

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Carmen ha vivido anclada en un pasado que no la dejaba avanzar. De aquellos momentos, recuerda especialmente la oscuridad de las noches, los pensamientos recurrentes y los recuerdos que revivía una y otra vez. Un episodio que afectó a su autoestima, a su día a día e incluso a la forma de ver su propia casa; como ella misma dice: “pasó a ser un búnker sin ventanas”.

Pedro

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Pedro buscaba constantemente escapar de casa para llorar donde nadie lo viera. Durante años lo invadió una sensación de espera continua como reflejo del vacío que lo acompañaba. Momentos en los que, como nos explicó, la escasa conversación que le ofrecía una simple llamada comercial a menudo era la única forma de comunicarse.

Silvia

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Después de una vida rodeada de su familia y tras una etapa volcada en los cuidados que requerían su pareja (que sufría una enfermedad crónica) y sus hijos, se fue sintiendo cada vez más sola. La falta de aficiones y la tristeza la llevaron a perder contacto con su círculo más cercano y, poco a poco, la condujeron al aislamiento. Como consecuencia, sus rutinas y hábitos más básicos se vieron gravemente afectados.

En nuestro país, cerca de 3 millones de personas mayores de 65 años sufren soledad. Se trata de una realidad muy extendida y que, de alguna forma, nos apela e interroga a todos, ya que tiene que ver con algo tan humano como la vulnerabilidad, la fragilidad y las pérdidas. Aun así, a menudo se vive en silencio por el sentimiento de culpa y vergüenza que puede suscitar en aquellos que la padecen. Es por esto por lo que pasa desapercibida ante los ojos de vecinos, familiares y la sociedad en su conjunto.

Una realidad invisible

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Nos cuesta ser conscientes de ella. La soledad es una realidad con la que convivimos estrechamente, pero que a menudo nos pasa totalmente desapercibida. Se esconde en el interior de las viviendas, pero también en la calle, en nuestro barrio, en la puerta de al lado.

Todos hemos experimentado soledad en algún momento de nuestras vidas, pero hay ciertas situaciones que provocan que la soledad se intensifique. Durante la vejez, el número de relaciones personales puede irse estrechando debido a pérdidas y transiciones vitales (jubilación, viudedad, etc.), a la vez que nos podemos sentir más frágiles física y emocionalmente. Todo esto se convierte en factores de riesgo ante la aparición del sentimiento de soledad, el cual, a veces, puede costarnos gestionar.

Tristeza, decaimiento, apatía o falta de ilusión… A veces, es difícil ser conscientes de que todos estos sentimientos que nos invaden pueden ser origen, pero también causa, de la soledad. Existen muchos tipos de soledad: soledad física, emocional, social…, y esto dificulta su reconocimiento, ya que a menudo asociamos soledad solo con el aislamiento físico, pero la soledad responde siempre al hecho de sentirnos solos independientemente del lugar que ocupemos. Tomar consciencia de ello es el primer paso para buscar y encontrar los recursos necesarios para recuperar nuestro bienestar.

A su vez, cabe destacar que un factor protector contra la soledad es la existencia de redes de apoyo y ayuda, en el sentido que fomentan la interdependencia y el compromiso con las personas. Así pues, la soledad no solo tiene un componente individual, sino que también cabe poner el acento en lo social y en la responsabilidad que como sociedad tenemos, contribuyendo así a crear unas comunidades más solidarias y comprometidas.

Hola, una palabra que lo cambia todo

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Todos podemos hacer mucho para ayudar a otras personas a dejar de sufrir soledad. Prestar atención a nuestro alrededor, abrirnos a los vecinos y vecinas con los que nos cruzamos a diario, observar esos indicios que a menudo pasan inadvertidos, pero que nos están indicando que esa persona cercana a nosotros está sufriendo soledad. Detectar la soledad cerca de nosotros y también en nosotros mismos es el primer paso para que deje de ser invisible.

El segundo paso es tan simple como dirigirnos a esa persona, interesarnos por ella, establecer contacto. Una palabra tan simple como hola puede cambiar el día a día de personas mayores que sienten soledad cerca de nosotros. Ante el reto de la soledad, no podemos olvidar que el ser humano es social por naturaleza y que vivir en comunidad implica que debemos ser capaces de cuidarnos los unos a los otros.

La Fundación “la Caixa”, con las personas mayores

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En la Fundación ”la Caixa” trabajamos para mejorar la calidad de vida de las personas mayores conectándolas con su entorno, acompañándolas en la búsqueda de una vida plena y con propósito y reconociéndolas como una parte valiosa de la sociedad y con mucho que aportar al resto. El compromiso de la Fundación ”la Caixa” con las personas mayores se remonta a hace más de 110 años y sigue a día de hoy, más vivo que nunca, a través de la red de más de 60 centros propios y 570 centros conveniados con las Administraciones públicas en todo el territorio.

Además del acompañamiento personal en esta nueva etapa, la Fundación ”la Caixa” impulsa en 15 ciudades el programa Siempre Acompañados, a través del cual se trabaja para prevenir y gestionar situaciones de soledad en personas mayores empoderándolas, facilitándoles relaciones de confianza, compromiso y colaboración con su entorno y estando a su lado durante todo su proceso vital.

La campaña “La soledad no se ve, se siente

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Este año, la Fundación ”la Caixa” ha lanzado la campaña de sensibilización “La soledad no se ve, se siente”, con el fin de hacer visible una realidad invisible que afecta a millones de personas mayores en nuestro país. La campaña se basa en hacer sentir a la sociedad lo que percibe una persona mayor que se siente sola, con piezas que plasman visualmente y auditivamente la sensación subjetiva que representa la soledad.

Pablo, uno de los participantes en el programa Siempre Acompañados, pone rostro a la campaña y nos cuenta su historia personal: lo que supuso para él vivir en soledad y cómo, a raíz de participar en el programa, ha encontrado el modo de volverse a sentir conectado con otras personas y con la vida.

Sobre la soledad, de Javier Yanguas

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El Centro de Investigación de la Comisión Europea (Joint Research Centre) ha realizado recientemente una encuesta sobre soledad no deseada a partir de una muestra de más de 25.000 personas mayores de 16 años, de todos los países miembros de la Unión Europea: más de un tercio de las personas encuestadas declararon sentirse solas a veces y el 13 % del total se sentían solas la mayor parte del tiempo.

Lo que es evidente es que somos seres sociales, necesitamos vincularnos con otros, tenemos una motivación esencial para crear y mantener relaciones interpersonales. Lo decía el poeta inglés John Donne (1572-1631): “Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo. Si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta, porque me encuentro unido a toda la humanidad; por eso, nunca preguntes por quién doblan las campanas; doblan por ti”.

La experiencia de la soledad está profundamente arraigada en ese carácter social del ser humano por el cual los vínculos con otras personas constituyen una necesidad básica y una parte esencial de nuestra identidad. Si uno se fija en la psicología, muchos modelos conceptuales han enfatizado que vivimos vinculados a otras personas y han otorgado al vínculo afectivo un papel central tanto en el desarrollo de la personalidad sana como en el mantenimiento del bienestar psicológico.

Cuando estos vínculos afectivos centrales se ven alterados —por la muerte de nuestros seres queridos, por ejemplo— vivimos los momentos de mayor dolor, soledad, vulnerabilidad psicológica y física de nuestra vida. Pérdidas afectivas, duelo y soledad son, por tanto, conceptos muy entrelazados.

La soledad nace, por lo tanto, de nuestra propia vulnerabilidad ontológica, de nuestra profunda necesidad de los otros, y está relacionada y se solapa, además, con otras experiencias como el aislamiento, la depresión, la desesperación, la falta de propósito, la sensación de falta de control, la experiencia del vacío, etc.

Lo que sucede —como acontece tanto con distintas emociones y sentimientos como con las pérdidas y las transiciones— es que la soledad está conectada con nuestra salud y, por lo tanto, (la soledad) también es una cuestión de salud pública. Si de algo existe literatura científica es de la relación entre soledad y salud. Por lo tanto, la soledad es también una cuestión de salud pública en un doble sentido: la soledad provoca enfermedades y las enfermedades, que nos vulnerabilizan, provocan soledad.

La soledad también se asocia a la falta de compromiso, a un menor nivel de confianza en las relaciones, a comportamientos de riesgo, a la falta de integración comunitaria. Por todo ello, porque la soledad afecta a personas de todas las edades, géneros y estilos de vida —en este sentido es muy inclusiva, porque no discrimina a nadie— no tienes que preguntarte ya más “por quién doblan las campanas; doblan por ti”.

Javier Yanguas, gerontólogo y doctor en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid, y director científico del Programa de Personas Mayores de la Fundación ”la Caixa”.

Testimonios

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Pedro

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Silvia

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Carmen


Lo que dicen los visitantes

Tras vivir la experiencia, esto es lo que dicen algunos de los visitantes:

  • “La importancia de estar y escuchar”

  • “Gracias por hacernos ver a los demás”

  • “¡Impactante! Lo que hoy te preocupa y ocupa, quizás mañana lo eches de menos. Vive cada momento”

  • “La realidad supera la ficción”

  • “Emocionante. Es necesario sensibilizar para poder cambiar”

  • “Pudimos ver la soledad”

  • “Para cambiar esta realidad nos necesitan a cada uno de nosotros”

  • “Una experiencia que todo el mundo debería vivir”

  • “No los dejemos solos/as”

  • “Gracias por hacernos parar y pensar”

  • “Impactante”

  • “Tremenda bofetada de realidad”


El papel de la Fundación ”la Caixa”

En la Fundación ”la Caixa” trabajamos para mejorar la calidad de vida de las personas mayores conectándolas con su entorno, acompañándolas en la búsqueda de una vida plena y con propósito, y reconociéndolas como una parte valiosa de la sociedad y con mucho que aportar al resto. El compromiso de la Fundación ”la Caixa” con las personas mayores se remonta a hace más de 110 años y sigue a día de hoy, más vivo que nunca, a través de la red de más de 60 centros propios y 570 centros conveniados con las Administraciones públicas en todo el territorio.

Además del acompañamiento personal en esta nueva etapa, desde hace 10 años, la Fundación ”la Caixa” impulsa en 15 ciudades de España y Portugal, el programa Siempre Acompañados, a través del cual se trabaja para prevenir y gestionar situaciones de soledad en personas mayores empoderándolas, facilitándoles relaciones de confianza, compromiso y colaboración con su entorno y estando a su lado durante todo su proceso vital.

La prevención de la soledad - por Javier Yanguas

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Podemos buscar experiencias de conexión, vinculación, pertenencia, cercanía, intimidad. Ser útiles y valiosos para los demás -lo que nos hará a su vez percibirnos como valiosos para nosotros mismos-, buscar más y mejores relaciones sociales, recuperar y no subestimar el poder de las conversaciones: contar nuestros sentimientos y lo que nos importa (conversaciones significativas), bromear, ponernos al día tomando un café, escuchar activamente, ofrecer apoyo.

Podemos rescatar esas conversaciones casuales que se han perdido y que se asocian al bienestar, que fomentan nuestro sentimiento de pertenencia, comprometernos en conversaciones significativas, estar al de la vida del otro y compartir la nuestra, ser afectuosos, dar apoyo emocional a las personas con las que nos relacionamos en nuestro día a día.

Podemos responsabilizarnos en que todos los días nos informemos de cómo va la vida de un amigo, esforzarnos en contarle a alguien algo significativo, hacerle saber a algún allegado que nos importa, escuchar de verdad lo que otra persona tiene que decirnos, valorar lo que nos cuenta alguien, ofrecer cuidados a otras personas (afecto y apoyo), transmitir preocupación verdadera.

Javier Yanguas, asesor científico del Programa Siempre Acompañados

Protagonistas

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